Vivir consiste en construir futuros recuerdos (Ernesto Sábato)
Recordar consiste en construir pasadas vivencias (Josef Manwell)

miércoles, 24 de marzo de 2010

Del Trabajo

Gusta la arquitectura local de prolongar las estancias con acristaladas galerías. Una intimidad compartida, una disculpa, un anticipado perdón, un día a día que espera ser absuelto por un jurado vecinal. Desde las aceras, el peatón indulta a los inquilinos, mientras caen bajo sospecha las cortinas entornadas. En el interior, las pisadas callejeras acompasan las labores domésticas, que el ojo polifémico de la catedral vigila incansable. Y es que, el recién acabado monumento religioso, puede verse desde cualquier punto de la ciudad, como centro geodésico sobre el que gravita Acoro. Se trata de una construcción cuya planta, de cruz latina, se erige en piedra blanca, pintando la habitual niebla con los colores de sus vidrieras. Finalizada la majestuosa obra, la ciudad se vio abocada a una soporífera resaca, pero ahora, con energías renovadas, los trabajadores esperan nuevos proyectos.
Me lo contó Milos Szaver, el día que le vi en La Plaza de Estar, conversando con Perucho. Como desde hacía una semana, bajaba del tranvía dos paradas antes para obligarme a andar un poco, y en un primer momento le confundí con otro desheredado, tal era su aspecto. El Sr. Szaver es uno de los más cotizados oficiales de la construcción en Acoro. A sus órdenes han trabajado la mayoría de los obreros que levantaron la catedral, obra que llenó las despensas durante años. Una incierta luz iluminó la ciudad durante ese tiempo, ignorando que provenía de nuestro propio faro de costa dirigido al ombligo de la urbe. Él mismo regulaba el exceso de trabajadores, hasta que, como su capitán, se hundió con el barco.
Cuando nos saludamos, percibí el olor a vino y a desesperanza. Confesó que había gastado todo lo ganado, y ahora, hasta Perucho, compartía con él las limosnas. Yo dudaba si ofrecerle unas monedas -no quería ofenderle- y le propuse que se pasara por la catedral. Allí podrían ayudarle de algún modo. Pero me contestó, entre lágrimas, que no podía ir, pues sobre los dinteles, él mismo había tallado un letrero que decía: "PROHIBIDA LA MENDICIDAD".

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