Vivir consiste en construir futuros recuerdos (Ernesto Sábato)
Recordar consiste en construir pasadas vivencias (Josef Manwell)

lunes, 4 de abril de 2011

Los catorce besos del príncipe Calaf.

El viejo profesor y el ateneo de Acoro comparten una agrietada fachada. El viejo profesor y el ateneo de Acoro comparten un traje que se deshilacha, que con pudor esconde los remiendos. Allí le encontré, en la sala azul, con un cigarro que temblaba entre sus retraídos labios. Componía sobre cuartillas arrugadas, con miedo a que la muerte le ganara la carrera, como a Puccini, antes de concluir su obra. Se había volcado en un proyecto ingente: ofrecer un final a Turandot acorde con los deseos de su autor. Estaba convencido de que la ópera necesitaba recuperar la coherencia y que los arreglos de Alfano no hacían justicia a los deseos del toscano.
Sus ancianas manos, que escribían con sorprendente rapidez, recreaban el jardín en el que la pareja compartía una desigual vejez. Ella le sujetaba como a un niño, y él, con la mirada perdida, respondía a sus pacientes preguntas. Una tras otra acertaba las tres respuestas, pero al preguntarle el nombre, Calaf dudaba, y por su boca salía el silencio. Turandot le musitaba entonces nadie duerma y con resignada pasión depositaba sobre su cuello, bajo la oreja, catorce besos. Como drogado por una extraña pócima, recobraba el aliento y contestaba: Calaf, yo soy Calaf, hijo de Timur. La escena se repitió todos los atardeceres hasta el día en que las doncellas llegaron sin Turandot. Entonces Calaf olvidó las tres respuestas y también quién era.
Con su trabajo y tras una nube de humo, dejé al viejo profesor. Y de vuelta a casa, pensaba en el poder que para la memoria, para recordar quién es uno mismo, pueden tener catorce besos.