Vivir consiste en construir futuros recuerdos (Ernesto Sábato)
Recordar consiste en construir pasadas vivencias (Josef Manwell)

domingo, 19 de febrero de 2012

De la involución

Nos encontramos con el tumulto apenas dejamos el Paseo. El frio aire con olor a pescado salía a recibirnos, y tras él, voces diferentes a las habituales en el puerto.
Un grupo de personas rodeaba el bulto inerte sobre el suelo. Pensé que era un regalo del mar y la curiosidad tiró de mí hacia allí, pero el Sr. Makado me frenó. Entonces lo vi. Se trataba de un estibador malherido, o quizás muerto, como resultado de las luchas que practicaban mientras esperaban la llegada de un buque. Durante años las habían ejercitado para mantener la fuerza física y la temperatura. La costumbre había calado tanto que se llegó a establecer un complejo sistema de normas que las regulaban, y entre los estibadores aparecieron grandes luchadores. Así fue durante mucho tiempo hasta que, sin saber por qué, fueron abandonando las reglas y permitiendo todo tipo de técnicas y artimañas para vencer. La crueldad fue en aumento y las apuestas también.
En voz alta me pregunté qué podía llevar a un hombre a enfrentarse a otro hasta ese punto, poner en riesgo su integridad física y mental, participar en un juego tan atroz…
-Durante dos siglos, en el periodo Edo, se mantuvo la paz en Japón -comenzó el Sr. Makado- Tras la erradicación del cristianismo, los samuráis extendieron los valores del bushido, como la lealtad, la honestidad y el honor, a toda la sociedad. Florecieron las artes y los estudios de las ciencias, alcanzándose el mayor nivel de bienestar para la población.
-¿Y? –le pregunté sólo con la mirada.
-Los samuráis colgaron sus katanas y continuaron la práctica con el shinai de bambú. No había sangre en los encuentros de iaido, ni amenaza que requiriese un entrenamiento más real. Pero entonces, todo cambió. Enemigos desconocidos, con armas invisibles, destruían las ciudades, y con ellas, los valores de un pueblo milenario. El hambre y la miseria se extendían por todo el territorio y el shogun promulgaba la vuelta a la marcialidad y la austeridad cultural. La literatura y las artes se censuraron, consideradas superfluas, y el miedo teñía, otra vez, de rojo el metal.
-¿Cree que los ciudadanos de Acoro estamos sufriendo un cambio de rumbo igual?- le pregunté para encontrar algún sentido a lo que decía.
Sus rasgados ojos me sonrieron.
-Mi querido amigo Josef. El ser humano no cambia de rumbo. Avanza o retrocede, pero siempre en la misma dirección.
Mientras me despedía del Sr. Makado, tras él se recortaba la silueta de una ciudad cada vez más parecida a la que me encontré la primera vez.