Vivir consiste en construir futuros recuerdos (Ernesto Sábato)
Recordar consiste en construir pasadas vivencias (Josef Manwell)

domingo, 21 de noviembre de 2010

Estados alterados de conciencia.

Ya no busco el delirio en el falso beso de las rojas amapolas. Ya huyo de su magia que me abrazaba con amor profesional, que se evaporaba en su humo gris, en un cruel adiós.
Ayer pasé por su puerta, la que ahora sólo se abre a rostros ocultos por sombreros cómplices. La Maison Bombay, otrora cuna de ideas y tendencias de Acoro, corazón de un cuerpo joven que guiaba su cerebro, hoy convalece con un cetrino aspecto que comparten sus coetáneos. Fue Rochard Bigot, el poeta de lo cotidiano, el genio inédito, el filósofo de los burdeles cuyo discurso impregna y humedece el terciopelo de sus estancias, quien la descubrió para mí. Allí pasamos muchas tardes alardeando de nuestra ignorante sabiduría, derrochando teorías que corrían cobardes al asomar la primera hipótesis, pero que en aquel efímero universo de inocencia considerábamos válidas. Tornábamos después al averno de nuestra insípida existencia y, a pesar de las intempestivas horas, yo cubría de frases decenas de hojas de papel a las que otorgaba total libertad para mezclarse, como una baraja de naipes dementes. De este modo, con el ansia de una despedida, aprovechaba los efectos de las musas orientales hasta que las palabras se hacían coherentes, hasta que la lógica me quitaba la pluma. Entonces, poseído por un pueril arrebato, garabateaba con furia el papel, rasgaba las hojas que incomprensiblemente se resistían a mis enojadas manos, y lanzaba contra la pared todo lo que, desde la mesa, parecía burlarse de mí. Lloraba. Lloraba sobre la madera limpia hasta que el sueño venía en mi defensa.
Ya no busco el delirio en vigilias forzadas, ya no me roban el sueño las palabras traviesas que juegan conmigo a deshora, que me obligan a bailar una pavana que no oigo. Fui yo el aprendiz de carpintero, el que construyó la jaula de barrotes que se repiten como un mantra, el que selecciona, al igual que el portero de la Maison Bombay, los pensamientos que salen y entran, ejerciendo el derecho de admisión en mi propia mente.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

La imaginación al poder (Ideas fáciles de niños listos)

Si algo tiene de estética la actual situación, es la imagen que presenta el Paseo de Acoro. En un soleado miércoles de otoño es posible recorrer la arteria principal de la ciudad sin sufrir las prisas de una jornada laboral, y relajarse en alguna de las numerosas terrazas que aún prolongan el estío. Con los ojos cerrados y el café ya frío, los ciudadanos de Acoro se dejan engañar por el sol, en una ciudad que sueña estar de vacaciones.
Así me encontré a Milos Szaver cuando recuperaba el tiempo perdido con su hijo, que correteaba alrededor de su mesa. Me invitó a sentarme y tras los saludos, me pareció que intentaba justificarse por la ociosa mañana al sol.
-A medias están todas. Se acabó el dinero y todo se paró –me contaba refiriéndose a las obras de la ciudad.
Su hijo, que con mi llegada quiso matar el aburrimiento, interrumpía a su padre, que le mandaba callar sin éxito.
-Si no hay dinero, que fabriquen más -aportaba el pequeño.
Milos me explicaba que no pudo pagar a sus trabajadores y sus proyectos se paralizaron como una fotografía. Obras abandonadas y edificios sin mantener, cuyas desconchadas fachadas transmitían la melancolía de una Venecia seca. Estructuras oxidadas y tornillos que la herrumbre mató vírgenes.
-Pues que trabajen más deprisa –la voz del niño sonaba siempre en un segundo plano.
-Con todo mi dolor, tuve que despedir a mis trabajadores y no pude atender los encargos con los que me había comprometido.
-Papá ¿y por qué no trabajan gratis para que tu puedas acabar las casas? –la frenética actividad del niño que golpeaba la mesa mientras interrumpía, estaba sacándome de quicio.
-Ahora, aquí me ves, esquivando las miradas de mis acreedores que vigilan desde la terraza de enfrente, y observando a mis deudores en el café contiguo.
Me hubiera gustado ofrecerle una solución, una idea que frenara su desidia, pero su inquieto retoño parecía más inspirado.
Cuando me marché aliviado por el silencio, pensé que Milos debería ser más cuidadoso con lo que dice su locuaz hijo. Es posible que alguien copie sus pueriles ideas y las aplique.