Vivir consiste en construir futuros recuerdos (Ernesto Sábato)
Recordar consiste en construir pasadas vivencias (Josef Manwell)

martes, 29 de noviembre de 2011

Prioridades (2)

Nada le preocupaba más a Seván Canella que la felicidad de su hijo. Estaba convencido de que para ello debía transmitirle los valores que él consideraba necesarios en un buen hombre. Por eso los viernes, cuando recibía el salario semanal, le daba a su hijo, Fillo Canella, tres monedas. Una para dulces de la confitería La Flor, otra para el coleccionable con las aventuras de Simbad que le guardaba el Sr. Makado, y otra para Perucho, quien esquivaría las embestidas del hambre durante ese día. De este modo creía fomentar en su hijo la generosidad y el amor por la lectura.
Cuando concluyeron las obras de la catedral de Acoro, el trabajo comenzó a escasear y Seván Canella sólo podía darle a su hijo dos monedas, por lo que éste evitó los encuentros con Perucho. Parecía que la mala suerte se cebaba con Seván, pues la construcción del puente del Barrio Viejo se paralizó por un fatídico accidente, por lo que, con mucho esfuerzo, continuó proporcionando la paga, pero reducida a una sola moneda.
No se sabe si fue la proximidad de la confitería o el poder de la glucosa, pero el chaval decidió cómo gastarse su capital y optó por no pasarse más por la librería, en cuyos estantes permanecían los coleccionables cubiertos de polvo.
Y de este modo fue como Fillo Canella se convirtió en un hombre egoísta, gordo y tonto.

lunes, 14 de noviembre de 2011

Aguas rebeldes


En Acoro tenemos un puente sobre un cauce seco. ¡Vaya peculiaridad!, dirán ustedes. Seguro que no es la única localidad cuyas aguas han dejado de reflejar los acontecimientos cotidianos y de contarlos en la desembocadura de un mar enfermo.
Pero este caso es diferente. No fue la sed de una tierra castigada la que engulló con ansia el líquido. A no más de tres metros de la finalización del puente, discurre, oscuro y pesado, el caudal del Lumia: el río que nace en el monte Gorzu y serpentea por su ladera, cortando la ciudad en dos mitades tan diferentes como dos hermanos.
Fue el consistorio quien decidió la alteración de la trayectoria, como el profesor que corrige el cuaderno de un niño poco aplicado. Y quedó el hueco gris, y las piedras con formas de  caramelo, tristes y secas.
Con gran boato se celebró la obra de ingeniería que salvaba el adoptado rio. Pero éste, que mantenía el espíritu libre de los nacidos en la montaña, no tardó en recuperar su anterior camino, más largo pero libremente elegido, hacia el mar.
En Acoro tenemos un puente sobre un cauce seco, y a su lado un caudaloso rio sin puente, infranqueable. Y por las tardes hay quien se reclina sobre la baranda a esperar el agua y quien desde la orilla espera que se construya un puente que le facilite el paso.